Actor. Ciudad Nezahualcóyotl. Estado de México.
Hay momentos en la vida en los
que uno debe afrontar situaciones inevitables, es parte de nuestra naturaleza y
evolución. Sin embargo, cuando llegan, cuando se te aparecen repentinamente y
chocan contra ti; surge el dolor, el coraje, la frustración y un montón de
sentimientos y emociones que nublan tus pensamientos, un vacio se anida en tu
alma y queda solo eso, el silencio y nada más.
En este caso no quiero hablar de
despedidas, me gustaría simplemente en este camino que recorro, dedicar unas
palabras a un amigo, guerrero incondicional del teatro y del cine; una persona alegre
capaz de provocar carcajadas en los momentos más inesperados, sensible con los
qué necesitábamos ayuda, poseedor de un carisma enorme, de un don de gente, su
nombre: Octavio Castro.
Al “Choco” como lo bautizaron sus
compañeros de generación del Centro Universitario de Teatro, era común encontrárselo
en los pasillos de la escuela siempre de buen humor, se tomaba el tiempo de
bromear con todo aquel que se cruzába en su camino. En lo personal fue una gran
guía y un compañero invaluable en distintas etapas de mi formación; ya sea invitándome
a participar en proyectos que él mismo generaba –como olvidar aquella pastorela
que nos llevó a lugares recónditos de nuestra ciudad- o siendo testigo de su
enorme talento, disciplina y compromiso con el escenario. Inolvidable tu
actuación como Lidia Ana en Los Endebles; siendo asistente de dirección en
aquella obra, me resuenan tus palabras cuando en alguna ocasión lloraba por
algún regaño –Iván no te lo tomes en serio, esto es solo el inicio verás que
nada es tan importante… seguido por algún chiste y esa enorme, luminosa y
reconfortante sonrisa.
Así podría enumerar anécdotas en
todo este tiempo que compartimos; recuerdo con cariño cuándo jugábamos a entrevistarte,
recuerdo cuando te ponías a cantar por horas, te recuerdo en los festivales de
cine sonriendo, te recuerdo en los pasillos del teatro tomando fotos sonriendo,
te recuerdo bailando en tus fiestas, te recuerdo brillando y sonriendo. Así me
quedaré pensando en ti: simplemente sonriendo.
Como bien me dijiste un día: que
chingón ser amigos, ser de la misma escuela, ser de la misma banda…; más
chingón haber aprendido de tí, poder encontrarnos en este viaje, haberte
conocido.
Con una filmografía que rebasa los quince títulos, como por ejemplo: Ave María (1999), El Violín (2005), Fuera del Cielo (2006), Pastorela (2009) y Asalto al Cine (2011) entre otros; la trayectoria de Octavio Castro en el cine nos habla de uno de los rostros que más aportaron con su talento y trabajo a construir la industria mexicana contemporánea.
Hace una semana recibí la
terrible noticia. Estando en la lejanía me enteré que ya no podría verte ni
encontrarte; una tristeza y un nudo en la garganta están desde entonces en mí. Hoy solamente te pienso y te recuerdo. Quedó pendiente ese café
para que te hiciera la entrevista…el consuelo es que en mi memoria y en mí corazón vivirás eternamente por medio de tus enseñanzas, de tus palabras.
Te quiero amigo, hermano y
compañero…
Buen viaje Octavio Castro,
aplausos hasta el infinito….
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